Empezando

Cuando decides tomar el destino en tus propias manos, es difícil saber por dónde empezar. Dejar tus responsabilidades en manos de otrxs es fácil: votar por un partido político, donar a organizaciones sin fines de lucro, pagar impuestos al gobierno, inscribirte en el ejército, matricularte en un colegio o una universidad, trabajar en una empresa, convertirte de una religión a otra. Prácticamente toda nuestra sociedad está dispuesta así. Puede ser abrumador intentar seguir tu propia agenda, y empezar nuevamente siendo un agente de la historia.

Pero no estás empezando desde cero. Tienes talentos, anhelos y sueños a los que has renunciado porque pensabas que no había espacio para ellos en este mundo. El primer paso consiste en redescubrirlos. No estamos hablando sólo de una lucha negativa contra las restricciones externas, sino del proyecto positivo de materializar nuestro potencial en los términos que nosotrxs determinemos. Cualquier cosa que quieras hacer, cualquier cosa que pienses que debería hacerse, empiézala ahora.

Lo quieras o no, ya estás involucradx en las luchas de nuestro tiempo. Todxs hemos nacido dentro de ellas. La cuestión no es si luchamos o no, la cuestión es cómo hacerlo. ¿Buscamos soluciones individuales o queremos encontrar una causa común? ¿Abordamos los problemas uno por uno, o los cortamos directamente de raíz? ¿Seguiremos invirtiendo recursos en las instituciones que nos traicionan, o apostaremos nuestra vida en algo diferente?

El orden dominante puede parecer inamovible, pero el cambio es la única constante en el mundo. Se abrirán grietas de oportunidad cuando se hagan posibles las cosas que hoy no lo parecen. La mejor manera de prepararse para esos momentos es tener el hábito de actuar según tus propios términos, fuera de la lógica del régimen imperante. Cuando conozcas tu propia fuerza, podrás abrir esas grietas por ti mismx.

Prepárate. Encuentra a las personas que te alienten a dar lo mejor de ti. Aprendan a cuidarse entre sí y a actuar juntxs con la mayor fuerza posible. Comparte. Discute sobre luchas en otras partes del mundo; saca tus propias conclusiones estratégicas para probarlas cuando surja la oportunidad. Construye redes, recursos y habilidades que puedan ser de ayuda en esos momentos de posibilidad. Dedícate a un proyecto a largo plazo que desafíe algún aspecto de la estructura del Poder. Donde sea posible, abre las líneas de fractura entre quienes prefieren el mundo tal como es y quienes quieren algo diferente. No trates de centralizar el poder, distribúyelo: una parte de tu potencial se encuentra dentro de cada una de las demás personas, y no podrás acceder a él sin su ayuda. El resultado de una revolución no está determinado por lxs revolucionarixs sino por el resto de las personas, cuando finalmente deciden de que lado estar y actúan en consecuencia.

¡Ánimo! La parte más difícil de tomar tu destino en tus propias manos es el miedo a lo desconocido. No hay ninguna garantía, y lo que está en juego son las cosas que más aprecias en el mundo. Por eso es un alivio entregarte a los proyectos y valores de lxs demás, renunciando a los tuyos por adelantado para no arriesgarte a tu propio fracaso. Sin embargo, sería aceptar la derrota como algo inevitable. Si esa es la alternativa, quizás tenga sentido arriesgarse a saltar hacia lo desconocido. Del otro lado nos encontrarás a nosotrxs, lxs compas que tú mereces.

Preguntas comunes sobre el anarquismo

¿Pero, y la naturaleza humana? ¿No necesitamos leyes, policía, y otras instituciones y autoridades que nos protejan de las personas con malas intenciones?

Si los seres humanos no son lo suficientemente “buenos” como para prescindir de la autoridad, ¿por qué deberíamos dársela?

O, si la naturaleza humana es algo variable, ¿por qué tratamos de hacer que la gente sea obediente antes que responsable, servil antes que independiente, y cobarde en lugar de valiente?

O, si la idea es que algunas personas siempre necesitarán estar bajo control, ¿cómo podemos estar segurxs de que lxs que gobiernan son las personas correctas? Sin olvidar que las mejores son las que más se resisten a mantener el poder y las peores, las más lo desean?

La existencia del gobierno y otras jerarquías no nos protege; permite a la gente con malas intenciones hacer más daño del que podrían hacer sin ellas. La cuestión en sí es ahistórica: Las jerarquías no fueron inventadas por sociedades igualitarias que buscaban protegerse de los malhechores. Por el contrario, las jerarquías son el resultado de los malhechores ejerciendo y formalizando el poder (¿de dónde crees que vienen los reyes y la monarquía?). Cualquier generalización que podamos hacer sobre la “naturaleza humana” bajo esas condiciones seguramente será equivocada.

Entonces, ¿qué harías con las personas que sólo se preocupan por sí mismxs, con aquellxs que están dispuestxs a hacerle cualquier cosa a lxs demás con tal de obtener un beneficio personal?

¿Qué hacemos actualmente con esa gente? Se les emplea como policías, ejecutivxs, políticxs. Recompensamos su corrupción, su codicia y su egoísmo dándoles puestos de poder y gran responsabilidad. Rompamos con las recompensas por esos comportamientos y así lxs pocxs que persistan con estas actitudes podrán hacernos menos daño.

Si no hubiera ningún gobierno, ¿qué harías si algún grupo aterrorizara a tu comunidad?

Algunas personas insisten en que necesitan una pandilla para defenderse de otras pandillas. Esa es la lógica fraudulenta de las instituciones de seguridad. De hecho, nadie estará a salvo hasta que seamos capaces de defendernos de quien sea, sin tener que crear más grupos, pandillas o policías que concentren el poder.. Lo que necesitamos son redes de apoyo mutuo y auto-defensa que distribuyan el poder en lugar de concentrarlo.

Pero en lugares donde el gobierno ha caído, como en Somalia o Camden, New Jersey a menudo vemos una violencia increíble.

El Estado no es la única fuerza jerárquica. Cuando se derrumba, el resto de jerarquías que se desarrollaron bajo su protección entran en conflicto, junto con todos los grupos autoritarios que se desarrollaron en las condiciones de competencia y de escasez artificial que imponía el Estado. Sin él, todavía puede encontrarse sexismo, privilegios raciales, caudillos militares, etc. Y si hay algo peor que ser gobernadx por un único gobierno, es que varias organizaciones estén compitiendo por dominarte.

Lxs anarquistas se oponen a todas las jerarquías, no sólo al Estado. Donde lxs estatistas buscan suprimir el conflicto imponiendo un monopolio de la violencia, lxs anarquistas buscan resolver esos conflictos deshaciendo todos los monopolios, con el fin de que haya un equilibrio horizontal. El problema en los territorios en conflicto no es que haya mucha anarquía, sino que hay muy poca.

Qué pasa con la tragedia de los comunes?

Supuestamente, la tragedia de los comunes consiste en que cuando se comparten cosas, hay personas egoístas que las destruyen o las toman para sí. ¡Eso describe con precisión el comportamiento de lxs colonizadorxs y las empresas! La pregunta —para todxs lxs demás— no es cómo deshacerse de los comunes, sino cómo defenderlos. La privatización no nos protege de la tragedia de perder las cosas que compartimos. Al contrario, la impone. La solución no es más egoísmo, sino una mejor colectivización.

¿No es la igualdad algo imposible, exceptuando la igualdad ante la ley?

Abolir las jerarquías no implica forzar la uniformidad en las personas. Sólo un Estado verdaderamente invasivo podría obligar a todxs a ser exactamente iguales, como en la historia de Harrison Bergeron. Al contrario, el punto es acabar con todos los mecanismos artificiales que imponen desbalances de poder. Si el poder se dispersara en muchas formas diferentes, en lugar de concentrarse en unas pocas formas “universales”, cualquier asimetría en las capacidades no le daría a nadie una ventaja sistemática sobre lxs demás.

En cuanto a la igualdad ante la ley, mientras haya libros de leyes, cortes de justicia y oficiales de policía, no habrá igualdad. Todas estas instituciones crean desequilibrios de poder: entre quienes legislan y quienes son gobernadxs, entre lxs jueces y lxs juzgadxs, entre lxs ejecutorxs de la ley y sus víctimas. Dar a ciertas personas el poder sobre otras no contribuye en nada a la igualdad. Sólo las relaciones voluntarias entre seres libres pueden generar algo como la igualdad.

Pero si derrocamos al gobierno sin ofrecer ninguna alternativa para sustituirlo, ¿qué podríamos hacer para impedir que algo realmente malo trate de llenar ese vacío de poder?

Ese es el mantra de quienes están juntando coraje para ser realmente malos también. Nos dicen que están allí para protegernos de otros más despiadados, los cuales a menudo nos dicen exactamente lo mismo.

Si fuéramos lo suficientemente fuertes como para derrocar un gobierno, tendríamos la fuerza necesaria para evitar el ascenso de otro –siempre y cuando no seamos engañadxs para seguir a una nueva autoridad–. Lo que debería desplazar al gobierno no es otra estructura de poder formal, sino relaciones cooperativas que puedan solventar nuestras necesidades, manteniendo a raya a los nuevos aspirantes a gobernar.

Desde el punto de vista del presente, nadie puede imaginar la creación de una sociedad sin Estado, a pesar de que muchos de los problemas que enfrentamos no pueden ser resueltos de ninguna otra forma. Mientras tanto, podemos al menos crear espacios, momentos y relaciones fuera del control de las autoridades.

Una sociedad sin gobierno podría funcionar a pequeña escala. El problema es que vivimos en un mundo globalizado con una población de miles de millones.

Que nadie hable de un problema de escalas sin intentar ampliar los espacios autónomos y las luchas que existen en la actualidad.

Descubrimos lo que es posible en la práctica, no en la especulación ociosa. Hay redes horizontales, como las redes peer-to-peer, que abarcan todo el planeta; si no hay más, es porque la mayoría han sido aniquiladas deliberadamente. El verdadero problema de escala no es que la anarquía sea imposible fuera de grupos pequeños, sino que estamos compitiendo contra los regímenes más poderosos en la historia del sistema solar.

¿Porque te autodenominas anarquista? ¿Con eso no logras sólo alejar a las personas?

No es suficiente tan sólo decir que estás a favor de la libertad. Incluso los dictadores lo dicen. Tampoco es suficiente decir que estás en contra del Estado; hay “libertarixs” que afirman querer abolir el gobierno, pero preservando las desigualdades económicas que éste impone. Utilizar el mismo lenguaje que quienes tienen agendas e intereses completamente diferentes puede reforzar la eficacia de su retórica, y a la vez ocultar lo que diferencia sus ideas de las nuestras.

Las palabras plantean preguntas. No debemos tener miedo de exponer las preguntas que más nos interesa plantear. La palabra “anarquista” genera ciertas preguntas inevitables, ¿qué significa vivir sin reglas? ¿qué te empodera, qué te oprime? ¿qué tipos de poder son liberadores y cuáles opresivos? ¿cómo actuar ante las jerarquías que nos oprimen hoy?

Si dudamos en usar la palabra “anarquista”, las autoridades la utilizarán como una forma de deslegitimar a cualquiera que esté en su contra, y no tendremos otra respuesta que la de distanciarnos de las cosas que más queremos. Es mejor legitimar el concepto de antemano, para que otras personas puedan entender lo que queremos y qué es lo que está en juego. Por más reprobable que sea para algunxs, no hay ningún atajo cuando se trata de desafiar los valores de una sociedad.

En este punto de la historia, el anarquismo es prácticamente el único sistema de valores que no registra genocidios en su haber. Al mismo tiempo que la obediencia y la competencia demuestran cada vez más su ineficacia e insuficiencia, muchxs están buscando otras formas de entender el mundo y expresar lo que quieren. De hecho, mientras las estructuras de poder que antes estaban separadas ahora se están consolidando en una red mundial, la resistencia deberá ser anarquista para poder mantenerse.

No hay problema con protestar pacíficamente, siempre y cuando no hagas nada violento.

Desde la perspectiva de una sociedad estatista, violencia no es más que fuerza ilegal. Dentro de este marco, la mayoría de acciones que perpetúan las jerarquías en el Poder no son consideradas violentas, mientras que una amplia gama de acciones que son una amenaza para quienes pertenecen a ellas sí son clasificadas como violencia. Esto explica por qué no se le llama violencia a cuando las fábricas vierten sustancias cancerígenas en los ríos o al encarcelamiento de millones de personas en prisiones, mientras que el sabotaje a una fábrica, o resistirse a un arresto, sí se consideran acciones violentas. Desde esta perspectiva, prácticamente cualquier cosa que ponga en peligro el orden dominante, con seguridad será vista como violenta.

Si el verdadero problema de la violencia es que es destructiva, entonces ¿qué pasa con los actos destructivos que puedan prevenir una destrucción mayor? O si el problema con la violencia es que no es consensuada ¿qué pasa con las acciones no consensuadas que impiden la coerción? Defenderse contra los tiranos implica necesariamente violar sus deseos. No podemos esperar a que toda la humanidad llegue a un consenso para tener el derecho de actuar. En lugar de dejar que las leyes determinen qué formas de acción son legítimas, debemos determinarlo nosotrxs mismxs utilizando cualquier medio a nuestra disposición para maximizar la libertad y el buenvivir de todos los seres que compartimos este mundo.

En definitiva, la cuestión ética y estratégica más importante para cualquier acción no es si esta es violenta o legal, lo importante es en qué medida estas acciónes distribuyen el poder.

¿De verdad crees que puedes hacer la diferencia?

No podemos saber de antemano qué efecto tendrán nuestras acciones. Sólo podremos averiguarlo llevándolas a cabo. Eso significa que tenemos el deber de arriesgarnos a experimentar.

Quizás parezca que todxs a tu alrededor están satisfechxs con el status quo, o al menos que han decidido que no vale la pena tratar de cambiarlo. Pero cuando actúas, incluso si lo haces solx, cambias el contexto en el cual otrxs toman decisiones. Es por eso que a veces las acciones individuales pueden provocar enormes reacciones en cadena.

Es cierto que lxs revolucionarixs de las generaciones pasadas no tuvieron éxito construyendo el reino de los cielos en la tierra, ¿pero te imaginas en qué clase de mundo viviríamos de no ser por ellxs? (Si bien expropiar en supermercados no va a abolir la propiedad privada, piensa cuánto más pobres estarían lxs pobres de no ser por prácticas como esta.)

Los espacios libres no sólo son creados tras revoluciones exitosas: aparecen en cada lucha contra el Poder. La libertad no es algo que espera más allá de los horizontes del futuro; se compone de todos los momentos a lo largo de la historia en que la gente ha actuado acorde a su conciencia.

¿Pero no es eso utópico? ¿No es mejor ser prácticxs?

Quizás nunca lleguemos a una condición de anarquía pura. Pero la importancia real de cualquier utopía está en la forma en que nos permite actuar en el presente. Las utopías se vuelven carne en las corrientes sociales que éstas guían y movilizan. El propósito de una visión del futuro es que pueda anclarte y orientarte en el aquí y ahora.

Al igual que un astrolabio, la utopía apunta hacia las estrellas en el horizonte con el fin de navegar a través de ellas. Quizás nunca puedas dejar la superficie de la tierra, pero al menos sabes adónde vas.

En cuanto a lo que es práctico o no, eso depende de lo que quieras lograr. Si lo que quieres es que el orden actual persista para siempre, o al menos hasta que el planeta sea inhabitable, podrías proponer dócilmente algunas reformas para estabilizarlo. Si lo que quieres es un cambio radical, el único enfoque práctico posible es ser claro con lo que quieres desde el principio. A menudo, la única manera de producir incluso el cambio más pequeño, es apuntar a uno más grande.

 


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